En México, la práctica deportiva continúa siendo un reto y, al mismo tiempo, una enorme ventana de oportunidad. De acuerdo con el Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico (MOPRADEF) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), sólo el 41.1% de la población adulta en zonas urbanas realiza actividad física en su tiempo libre. Y aunque más personas muestran interés por mantenerse activas, únicamente el 64.2% alcanza un nivel suficiente para obtener beneficios reales para su salud.

Detrás de estas cifras hay una constante: la necesidad de acercar el deporte a más personas, de manera accesible, incluyente y con sentido comunitario. La participación deportiva no solo impulsa la salud individual, también fortalece una cultura del movimiento que el país aún está construyendo.

Deporte con perspectiva de equidad

La brecha de género sigue siendo evidente. Mientras el 46.5% de los hombres se considera físicamente activo, solo el 34.0% de las mujeres alcanza ese nivel, una diferencia de 12.5 puntos porcentuales. Frente a este panorama, distintas iniciativas están incorporando una mirada más equitativa en sus programas, con acciones que promuevan mayor participación femenina y modelos que inspiren a niñas y mujeres a acercarse al deporte.

Una muestra de ello es la colaboración de Sport City con el equipo Diablos Rojos Softbol, cuyo trabajo impulsa la presencia de mujeres en disciplinas donde históricamente han tenido menor visibilidad. Este tipo de esfuerzos contribuye directamente a disminuir la brecha que, según el INEGI, se mantiene en 9.2 puntos porcentuales en la práctica de actividad física.

Aficiones que inspiran movimiento

Las alianzas con equipos profesionales han demostrado ser un punto de conexión entre aficionados y estilos de vida activos. La participación de Sport City con los Diablos Rojos del México y los Guerreros de Oaxaca, dentro de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), permite llevar la emoción del deporte más allá del estadio. La disciplina, la energía colectiva y la pasión por el juego se convierten en puertas de entrada para que niñas, niños, jóvenes y adultos encuentren motivación para activarse.

En el ámbito del básquetbol, este enfoque se repite: la constancia, el esfuerzo y el trabajo en equipo se traducen en experiencias que resuenan fuera de la cancha. Cuando las y los aficionados tienen contacto con estas dinámicas —ya sea en partidos, entrenamientos o actividades comunitarias— se genera un círculo virtuoso: los equipos crecen, las disciplinas se fortalecen y la población encuentra nuevas razones para mejorar su bienestar físico y mental.

Lo que muestran estas iniciativas es claro: el deporte es mucho más que actividad física. Es un vehículo para generar inclusión, fortalecer la convivencia, impulsar referentes positivos y fomentar hábitos que pueden acompañar a las personas a lo largo de toda la vida.